Jesús, nuestro único modelo a seguir

Fernel Monroy


No queremos generalizar pero sucede en los gimnasios, hombres con una musculatura increíble que quieren parecerse a ciertos actores de cine. Hacen poses como ellos, miran como ellos, caminan como ellos y se comportan como ellos. Muchos jóvenes se mentalizan con la imagen de sus cantantes favoritos, llevando el arete, peinándose como ellos, vistiéndose y actuando como ellos. Son copias, son imitadores. Y, ¿por qué las empresas de moda han tomado tanto auge? Porque les dan muchos millones a estos personajes para que usen sus prendas, logrando penetrar en la juventud, hombres y mujeres que los admiran y siguen, que aceptan y usan las mismas ropas y accesorios que ellos lucen, todo por querer parecerse a ellos.

Un hombre fue a hablar con su Dr.  Y le dijo: “Necesito un consejo. Tengo una decisión que tomar y necesito su ayuda”. Lo atendió unos minutos, y se percató que esta persona tenía muchas batallas internas, por lo que le hizo la siguiente pregunta: “¿Cuál es la persona que más admiras? ¿Cómo quién quisieras ser?”. Este hombre respondió: “¡Ah!, como mi jefe. Ese hombre tiene mucho dinero”. El Dr. lo miró y le dijo: “Bueno pero, ¿tu jefe es una persona feliz?”. A lo que él contestó: “La verdad es que yo no veo que sea feliz, todo lo contrario. Parece un ser amargado, atormentado, tiene úlcera, es muy temperamental...”. El Dr. le dijo: “Bueno, ya me estás respondiendo varias cuestiones pues te iba a preguntar por su salud, por su paz mental. Me dices que él tiene mucho dinero. ¿Sabes? Hay personas que tienen dinero, pero no por eso son prósperas. La prosperidad es algo integral, comprende no solo el dinero en sí sino la manera de disfrutar del mismo.

¿Tu jefe tiene un buen hogar? ¿Tiene amigos? ¿Posee seguridad, esperanza?”. “Bueno”, continuó, “en estos momentos se encuentra realizando trámites de divorcio. En cuanto a amistades, él no cree en nadie. Yo he tratado de ser su amigo y nunca me lo ha permitido. No creo que se sienta seguro ni conserve algún tipo de esperanza”. El Dr. le preguntó: “Entonces, ¿por qué quieres ser como él?”. Meditabundo, el muchacho dijo: “Viéndolo desde todos estos puntos de vista, creo que ya no me interesa ser como él”. Al poco tiempo, cambió de empleo y se fue a trabajar a otro lado porque se dio cuenta que estaba luchando por seguir un modelo incorrecto.

Puedes hacerte esta pregunta: ¿Cuál es la persona que más admiras?. Si alguien admira a un famoso deportista o algún intelectual, a un político o bien a un artista,  se puedo presumir rápidamente cómo es su vida, porque de acuerdo a quién  admire, uno querrá parecerse a esa persona.

¿Cuál es su modelo? Uno debe escoger modelos correctos, no por lo que aparenten económica o socialmente. Lamentablemente, muchos eligen modelos según el carro en que andan, la casa donde viven, el dinero que manejan, las mujeres que tienen, el ambiente de gente con la que se rodea. Pero al mirar el trasfondo de esas vidas, se darían cuenta que allí no hay nada más.

Conoces  tu a Jesús, quiero hablarte de El como modelo ... (hablar de Jesús)  no quisieras conocerle y establecer una relación... repite esta oración.

Génesis 32.27: “Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.”

Veamos el caso de Isaac. Isaac significa “risa”. Cuando él nació, todo el mundo se rió porque Sara también era mujer de edad avanzada que no podía tener hijos. Isaac fue el primogénito que trajo alegría al hogar, que colmó de risa la casa.

Sara antes se llamaba Sarai, y es increíble lo que significa: “princesa triste”. Pero Dios le cambió el nombre. Le dijo: “No vas a ser más una princesa triste, sino que serás solo princesa”. Y realmente Sarai era una mujer sufrida por no poder tener hijos, pero el Señor quitó su tristeza al cambiar su nombre. Ella se convirtió en una princesa radiante.

Cuando los hijos de Isaac venían en camino a ser dados a luz, ellos peleaban en el vientre de su madre por ver cuál nacería primero. El hermano mayor se adelantó, salió primero, y al menor no le agradó. Lo tomó pues del calcañar como queriéndolo jalar y tomar su lugar. Cuando sale el primero, la madre lo llama Esaú, que significa “rojo”, porque estaba muy colorado el niño; y al otro le dan el nombre de Jacob, cuyo significado poco agradable es “el que toma del calcañar, el que suplanta”, como diciendo “aquel fue el primero y tú eres el segundo, el suplantador, el que quiso tomar el lugar de su hermano”. Y ese fue el comportamiento de Jacob toda su vida, tratando de suplantar a su hermano, por lo que recurrió a mentiras, engaños y astucias. El suplantador siempre quiere derrocar al primero. Eso fue lo que hizo Jacob. Podríamos ampliar el nombre de Jacob dándole el significado de “el que no es original, sino una copia”. Y, ¿a quién le gusta ser una copia? Todos queremos ser originales. La mayor parte de sus años fue así. Cuando Jacob tuvo su encuentro con Dios en una noche de oración, donde forcejeó con el ángel, éste le dijo: “A partir de hoy, tienes otro nombre. Ya no serás Jacob ´el suplantador´, sino Israel ´un príncipe con Dios´”. Y cambió su nombre.